Puno es la suma de promesas incumplidas y esperanzas truncas. Si un extranjero visita Puno, que por cierto fueron maltratados estos días, no solo admiran el paisaje turístico, el pasado histórico o el misticismo del lago Titicaca, sino también, se quedan absortos de las condiciones de vida que llevamos y de las adversidades que enfrentamos para sobrevivir en el postergado altiplano.
En el Perú, a diferencia de los países del primer mundo donde prima el diálogo, lo que es constante son las huelgas y movilizaciones, los resultados; y no es para menos, desde décadas atrás, el gobierno peruano nos hizo comprender a los ciudadanos que sin huelga no se soluciona nada. Recordemos que el 2000, sólo el levantamiento de toda la ciudadanía arequipeña liderada por el FACA, hizo retroceder al gobierno de Alejandro Toledo en sus pretensiones de privatizar las empresas eléctricas Egasa y Egesur.
Hoy, los pobladores de Puno, se enfrentan al gobierno peruano, por la descontaminación minera en la cuenca Ramis. Diversos estudios ambientales han demostrado que las aguas de estos ríos contienen metales pesados muy por encima de los niveles permitidos, afectando a la salud humana, la ganadería y la agricultura. Vista de esta manera, la huelga esta justificada.
Pero dos hechos llaman la atención, el gobernante Hernán Fuentes, como se práctica en Puno y otras regiones, antes de plantear soluciones desde su despacho, prefiere ponerse al lado de los quejosos y ser parte de la movilización; y segundo, la masa que está harta de la postergación, del olvido y sobre todo ausente de atenciones, sacrificó una camioneta del estado. Esto es abuso de poder, de la masa organizada y convertida en quinto poder, este abuso es igual a los que cometen los otros poderes formales del estado peruano.
5 de julio de 2007
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