La tierra, aquella madre naturaleza y divinidad sublime que nos otorga la vida, se ensañó con el Perú, el pasado 15 de agosto, en su afán de acomodarse y buscar equilibrio privó la vida de más 500 personas. Ahora los iqueños lloran la muerte de los suyos, el Perú se ha puesto de duelo y el mundo solidario.
La historia registra que los terremotos no son de ahora, sino de tiempo inmemoriales, en el Perú, las mayores consecuencias lo sentimos el 31 de mayo del 1970, en Ancash donde sepultó a cerca de 50 mil conciudadanos, luego el 23 de junio del 2001, otro sismo de gran magnitud remeció el sur afectando Arequipa, Moquegua, Tacna y Ayacucho, y obligo a la muerte a 83 pobladores.
Como está demostrado los sismos en cualquiera de sus dimensiones, no son nuevos ni para el mundo menos para el Perú, lo nuevo es la ausencia de la cultura preventiva, tanto en la sociedad como de las propias instituciones que conducen el Perú; luego del terremoto una cosa queda bien claro, ni el Estado ni los pobladores estamos preparados para afrontar este enojo de la madre tierra.
Los japoneses que históricamente soportaron un número record de terremotos, frente a las constantes amenazas sísmicas han adoptado viviendas bajas y ligeras, similar caso ocurre con los norteamericanos y europeos; sin embargo, en nuestro país, pese a encontrarse en el llamado Cinturón de fuego del Pacífico, una de las zonas más activas sísmicamente del mundo, las construcciones antisísmicas son absolutamente desconocidas. Las casas de adobe que sepultaron la mayor de los hijos de Ica son una clara muestra de nuestra escasa preparación, a todo nivel.
A propósito, es necesario preguntarse, ¿Si la naturaleza se enseñará con Puno?. Pese a que nuestra región no está en una zona netamente sísmica, como los está Ica, los efectos serían devastadores, definitivamente más graves, según las instituciones gubernamentales un 80% de casas colapsarían, en ese entender, es necesario trabajar en una cultura preventiva que en la actualidad es nula, no es suficiente la gran voluntad y esfuerzo de algunas instituciones, empecemos por no reírnos ni burlarnos frente a los simulacros de sismo. Tenemos una ardua tarea para no lamentar.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario