Cada año en el mes de febrero un sin fin de diablos confundidos entre ángeles, inclinan sus infernales y estrenados cachos ante la santísima Virgen de la Candelaria. Cuenta la tradición oral, que estos diablos perdieron la batalla y se ven obligados a rendirle reverencia como miles de puneños. Pero hoy no queremos referirnos a estos “pobres diablos”, sino a los otros que sin bailar le sacan el jugo a la Candelaria.
Los otros diablos, son los que permanente le sacan cuernos a la fiesta más extendida del Perú. El esfuerzo de estos diablos es minúsculo frente al diablo que baila en la diablada Bellavista o en Azoguine, en sí ellos no tienen nada de folklóricos, ellos danzan al ritmo de la globalización dolarizada. Hablamos de la Asociación Brisas del Titicaca, de la compañía cervecera Backus&Jhonston y de las otras corporaciones de bebidas alcohólicas.
Según la Cámara de Comercio de Puno, la Festividad Virgen de la Candelaria le cuesta a los puneños un aproximado de 13 millones de dólares. Cada año los morenos, los diablos, las wacas, los q’ajelos, los ayarachis y otros pobres diablos juntan sol a sol para ser protagonistas de la fiesta de la Virgen. Luego de terminado el concurso y veneración, los directivos, alferados y presidentes se alistan para la Candelaria del siguiente año.
Como es harto conocido, los pobladores del ande puneño, más allá de venerar a la virgen, bailan por lograr un reconocimiento social. No importa si después de la Fiesta de la Candelaria se queden sin ningún solo sol, lo más importante es haber sido parte de la fiesta más importante de Puno.
En los próximos días, la Asociación Brisas del Titicaca haciendo gala de su ingenio, emulará la fiesta de la Candelaria en Arequipa, Tacna y Cusco, diablos y morenos limeños llenarán coliseos para elevar los cuantiosos ingresos del Brisas. No es cuestionable el ingenio empresarial, lo cuestionable es que Brisas del Titicaca esta lejos de la realidad puneña, lejos de sus problemas, lejos de su desarrollo. Entonces nos preguntamos, donde quedó los inicios del Brisas, que prácticamente nació allá por los ’60, merced a un grupo musical con calor puneño populachero, sabor a chayro, de conversa y jarana azangarina, juliaqueña, huancaneña, ayavireña, juleña, ilaveña, por ratos sandina, y por otros moheña, bien bautizado como el “espiritu Briceño”. Hoy no queda nada de eso.
Las peñas del Brisas del Titicaca, se catalogan entre los más lujosos de Lima. Alejandro Toledo, juntos a su séquito de seguidores, era asiduo espectador de las danzas puneñas en el Brisas. Y pregunto, ¿Las entradas del Brisas, estarán al alcance del puneño “pobre diablo” que bailan en Candelaria?. No. Pero si los danzarines son los que arman la fiesta en Puno, gastando más de 10 millones.
Entonces esta claro, los que siembran son los “pobres diablos” y los que cosechan son los otros diablos, diablos del Brisas, diablos de la Cusqueña, diablos del Cartavio.
30 de enero de 2007
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