Los recién instalados en el poder municipal, regidores y alcaldes, en estos días discuten los montos que les permitirán recuperar el capital invertido en la campaña, es decir, sus dietas y remuneraciones.
Mientras los entrenados buscan formas de sacarle ventajas a la norma, los estrenados luchan con su conciencia, pero ambos se mueven en la misma dirección, hacen números con las dietas a fijarse.
Tanto las dietas como la remuneración del alcalde tienen correspondencia, el Decreto de Urgencia 019-2006, señala que las dietas no podrán superar el 30% de la remuneración del alcalde. El monto máximo de remuneración para los alcaldes provinciales y distritales fue fijado a 11 050 nuevos soles y 3315 nuevos soles en caso de regidores.
Entonces la lógica criolla es, cuanto más alto sea la remuneración del alcalde los regidores tienen mayor posibilidad de mejorar su dieta. “Subo la remuneración de mi alcalde sabiendo que mejorará mi dieta”. No interesa si el alcalde es de otra tienda política, no interesa las diatribas de la campaña, en el banquete del señor dinero todos los invitados son iguales.
La norma en mención no señala que debe ser exactamente el 30% sino que no debe superar a dicho porcentaje, sin embargo, los regidores realizando una interpretación restrictiva aplican el 30% pudiendo ser menor el porcentaje. “Al diablo con el que dirán, si todos lo hacen”, es el precepto más valido.
Entonces los elegidos con Ley en mano, tanto regidores como alcalde, son parte de una componenda, implícita en casos excepcionales y explicita en la mayoría de ellos; lejos del contexto social y económico que soportan la mayoría de los que lo eligieron.
En este sentido, la norma antes de mejorar la situación económica de los peruanos mejora la situación económica de los regidores y alcaldes; y altos funcionarios del Estado. Antes del decreto de urgencia, muchos regidores provinciales ganaban entre 1500 a 2500 nuevos soles, ahora limitan sus dietas al techo máximo del 30% de la remuneración del alcalde, es decir, 3315 nuevos soles.
Si alguna vez pensamos que los políticos podrían gobernar en función a la expectativa de los miles que esperan ser atendidos o al menos recibidos en sus despachos nos equivocamos, lo que prima es la repartija de poder y alimentar los voraces bolsillos de los políticos locales. Nos es cosa de ahora, más bien es una herencia colonial cuya práctica se extendió en la época republicana y hoy constituyen paradigma del político peruano.
Es necesario recordarle a este político local que el grueso número de trabajadores estatales no alcanza ni al 50% de la Unidad Remunerativa del Sector Público (URSP) y la remuneración promedio de los trabajadores independientes es de 600 ó 800 nuevos soles en recompensa a 12 a 16 horas de trabajo diario.
14 de enero de 2007
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