Ayer la celebración de la primera sesión de consejo regional terminó en un hecho desprovisto de tolerancia y cordura, similar a un lío de mercado. Hay tanta verdad en la frase “los pueblos tienen los gobernantes que se merecen” que cae como anillo al dedo en el estrenado gobierno de Hernán Fuentes.
Como sucede en todas las organizaciones reaccionarias, los ex amigos del caudillo fueron enfrentados por los actuales franeleros. La gresca se armó luego de que los consejeros de Avanza País apoyados por sus similares de PDR y el APRA, suspendieran el acto de sesión motivados esencialmente por un cálculo político. Sino hay alianza con Avanza País la región será ingobernable.
El espectáculo ampliamente difundido por los medios televisivos y radiales, evidencia que el que encabeza el gobierno regional no es un líder, es apenas un representante de un sector de la población puneña, disconformes con razón con las políticas de gobierno y la actual estructura del Estado, pero sin ninguna propuesta y visión de desarrollo.
El escaso liderazgo y entrenamiento político de Hernán Fuentes no le permite convencer a los consejeros regionales, y pone en riesgo la organización y conducción de la gestión pública y hace difícil el desarrollo integral y sostenible de la región.
Pero la responsabilidad no es solamente de él, es también de los electores. Entonces los ciudadanos cargamos la responsabilidad de elegir, por enésima vez, con la pasión y fanatismo y lejos de la razón.
Si Hernán Fuentes, quiere escribir su nombre en la historia como un personaje ilustre, le espera una ardua tarea. Deberá concertar con el grupo de consejeros que se apartó de su línea política y los otros representantes, escuchar menos a los que hasta ahora lo han aconsejado y más a los que verdaderamente quieren que su gobierno sea exitoso, que son mayoría.
Si realmente quiere terminar su gobierno con aplausos, deberá desechar los instrumentos que le han permitido elegirse como presidente. Entonces es necesario recordarle a Hernán Fuentes que ya no está en campaña. Dejar de ser locutor de radio y galardonar su investidura presidencial, es un buen consejo.
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