3 de enero de 2007

El juramento de Hernán Fuentes

El estrenado presidente regional, Hernán Fuentes Guzmán, el 02 de enero traslado a la ciudad capital a cientos de seguidores y simpatizantes esencialmente de habla quechua, para leer su discurso y poner en práctica un extraño ego propio de los políticos tradicionales cuando reciben el mandato popular.

Hablar ante una multitud y recibir elogios de una masa “portátil” es relativamente fácil. Posiblemente los nada espontáneos ciudadanos se fastidiaron con la lluvia no tan intensa, pero la meta era hacerle un ambiente folklórico al caudillo Hernán Fuentes, entonces los visitantes fueron consecuentes.

El discurso de ayer por cierto interesante, pudo ser leído un día antes en la misma juramentación, frente a autoridades y representantes de instituciones constituidas; pero para el político es imprescindible el aplauso, las vitoreadas. Es necesario alimentar el alma con exageradas manifestaciones de sentimiento.

Son tan necesarios los flashes, las cámaras -incluso aquellas domésticas con escasa calidad-, cuan importante es mirarse al día siguiente en televisión o verse estampado en un diario, mejor si este es capitalino, cuanta satisfacción causa al político provinciano contestar a un medio de comunicación nacional. Al igual que Fuentes también lo hacía Jiménez solícitamente y cada vez que CPN o Radio Programas se lo pedía.

Pero más allá de las egolatrías del poder y sus actores, el mensaje de Hernán Fuentes puede ser calificado como un discurso acorde a la demanda de los gobernados, que en su mayoría soportan un permanente engaño de sus gobernantes.

Las simpatías de Hernán Fuentes y posible apoyo en educación y salud de los gobiernos de Cuba, Venezuela y China, nos otorgan un aire de esperanza. La experiencia positiva más cercana de este apoyo es la atención oftalmológica en Copacabana.

Nos complace oir al presidente, que su remuneración será definida por los propios gobernados, sugiriendo como techo máximo de su sueldo el del presidente regional peor pagado en el Perú. Este es un acto simbólico, que si bien no soluciona problemas, constituye un gesto que nos permitiría pensar que realizará un gobierno transparente, lejos de la corrupción y la repartija de poder que ha campeado en esta entidad.

Si el viento sopla en sentido contrario, los puneños, juliaqueños, azangarinos, ilaveños, yunguyeños y demás “eños” exigiremos que deje el privilegió de gobernar a otro ciudadano.

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