La tantas veces mencionada Martha Hildebrandt, aquella que fue tan célebre y meritoria de ocupar el alto cargo de subdirección mundial en la UNESCO y tan torpe como para defender el régimen fujimorista en su condición de congresista; otra vez, esta en boca de los peruanos pero no para aplaudirla, sino por sus poses arrogantes y actitudes racistas; que ya se traslucieron abiertamente en el 2006, en la juramentación de las congresistas cusqueñas Hilaria Supa Huamán y María Sumire. La parlamentaria absorbida por su paraíso virtual tan lejano del Perú real, no aceptó el juramento en idioma Quechua.
Y ahora, el último jueves, cuando se discutía el proyecto de Ley para La Preservación, Uso y Difusión de las Lenguas Aborígenes del Perú, Martha Hildebrandt y María Sumire se enfrascaron en una áspera confrontación verbal. Hildebrandt, la lingüista más afamada, no soportó más y dijo “es imposible cumplir para que todas las lenguas del país sean oficiales. Aprobar este proyecto sería como decir: qué buenos que somos y que estamos dando oportunidad a estos pobrecitos”. Cuando la parlamentaría afectada recordó la Constitución Política, Hildebrandt dijo que la carta magna era “una demagogia… le da la misma importancia a lenguas que hablan quinientos hablantes perdidos por allí y esto es lo que está mal”
Pero esta semana, Martha Hildebrandt, para sorpresa nuestra y ésta la razón de la editorial, se autoproclamó defensora del quechua y el aymara, frente a la ausencia de un interprete salió a reinterpretar su versiones, en su enredo defendió al quechua pero siguió menospreciando a las otra lenguas, “no se puede poner en el mismo nivel a una lengua como el quechua, que es hablada por 3 millones y medio de la población del país, como algunas lenguas amazónicas, que solo la cultivan no más de 50 personas”.
Nos preguntamos, ¿la parlamentaria de 82 años cambió de versión o que pasó?. La sanción que estipula la Ley 28867, sería una respuesta, según la norma, el delito de discriminación puede cometerse de forma directa (actos de discriminación) o mediante expresiones que impliquen la incitación o promoción de actos discriminatorios en forma pública y prevé el caso del idioma, identidad étnica y cultural.
Entonces, la veterana rentada por el Estado y que usa el Congreso como plataforma para ejercer sus actitudes racistas, no es que esta arrepentida, sólo recurrió al juego de palabras para no merecer tal acusación. Por tamaña desfachatez cometida por la funcionaria, Martha Hildebrant debería ser procesada e inhabilitada, tal como prevé el Código Penal.
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