El Instituto Blacksmith de los Estados Unidos, en colaboración con la Cruz Verde Suiza, elaboró el ranking de 10 lugares más contaminados del planeta; en el puesto 5 encontramos La Oroya, (Junín), allí las empresas mineras crearon gigantescas plantas de fundición de plomo, cobre y zinc, en perjuicio de 35 mil habitantes de la zona, exponiéndolos a graves problemas de salud que van desde asma hasta malformaciones congénitas y muertes prematuras.
Pero el asunto no es de ahora. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en el 2005, reconoció que en Latinoamérica y en el mundo, sus recursos naturales –esencialmente los metales y el petróleo- antes que de constituir una ventaja son una desventaja. Tanto es el problema, que el PNUD tuvo que titular al fenómeno como “la maldición de la materia prima”, sustentado en que “la mitad de la población conjunta de los 34 mayores exportadoras de petróleo del mundo viven en pobreza absoluta”. Es decir, allí donde abunda el recuso mineral o forestal, la pobreza, sino incrementa se perpetua, en escasos lugares la tesis es refutable.
El informe de la PNUD, no solo evidencia que la tenencia de materia prima es una amenaza para el desarrollo humano, sino advierte que también lo es para el desarrollo global, en una de sus conclusiones expresa que “la riqueza generada mediante las exportaciones de petróleo y los minerales puede ser mala para el crecimiento, mala para la democracia y mala para el desarrollo”.
El problema es que los países latinoamericanos somos diestros en exportar materia prima y siniestros a la hora de generar valor agregado. Según el PNUD, en el 2005, mientras que en China, el país capitalista con fachada comunista, la exportación de su materia prima apenas alcanza el 9%, en nuestro país la exportación bordea el 80%. Dicho de otra manera somos campeones en permitir el saqueo de recursos naturales y postreros en la transformación de la materia prima. Como para enrostrarnos el funesto futuro, el informe concluye que si los países latinoamericanos siguen como están, la región tardará hasta el año 2177 en alcanzar el nivel de desarrollo que Estados Unidos tiene.
Sino podemos cambiar el futuro, al menos no seamos tan complacientes con los que arrasan con la materia prima y exijamos reglas menos benevolentes a los inversionistas. El otro problema es que somos pésimos al momento de elegir a los que nos gobernarán, el resultados es evidente, monumentos al cemento y escasa preocupación en desarrollo humano.
19 de setiembre de 2007
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