Cada año, el domingo más cercano al 02 de febrero, mujeres y hombres de habla aymara y quechua hermosean su vestimenta, animan a los más jóvenes y emprenden marcha hacia la ciudad lacustre, para dar vida a la fiesta más extendida del Perú y danzar en nombre de la santísima Virgen María de la Candelaria.
En Candelaria Puno es fiesta y todos los años como muchos entusiasmo se defiende el título “Puno Capital del Folclor Peruano”.
Entonces, los que escasamente son tomados en cuenta en las políticas educativas y de salud, los que habitando en zonas inhóspitas hacen vida, los que sólo son visitados en elecciones, los que ingresan a la televisión sólo para lamentar su pobreza, los que aún creen que el Perú puede cambiar, se juntan para danzar y hacer sonidos atípicos. Es la danza de los autóctonos.
Estos sonidos atípicos no son precisamente música para los oídos de los superficiales visitantes, muestra de ello es que cada año es merecedor al aplauso de sólo 3 mil espectadores. ¡Cuanta diferencia hay con los de traje de luces!. Los que visten para bailar al ritmo de la morenada, tuntuna, diablada y otras diabluras, tranquilamente los superan hasta en 10 veces.
Estos últimos son citadinos, a pesar de que viajan en el último coche del tren de la globalización, tienen acceso a la sociedad virtual, son asiduos visitantes de Arequipa, Tacna, Cusco y Moquegua, claro que algunos están instalados en estas ciudades y sólo vienen de visita. Asistieron a una escuela pública en su mayoría, solicitan el servicio del médico en hospitales aunque últimamente frecuentan los consultorios particulares, y tratándose de la fiesta de febrero vistosos trajes que oscilan entre 80 y 150 dólares, y casi siempre toman Cusqueña.
Mientras que los autóctonos, si toman cerveza, beben El Altiplano con mas frecuencia que la Cusqueña, construyen sus trajes y no necesariamente tiene que ser de estreno, son diestros en la lectura del cuy y la medicina a base de hierbas, y si el sufrimiento continua visitan a la enfermera del centro de salud y el hospital provincial, van a la escuela casi obligados y con suerte pueden encontrar buenos profesores rentados por el Estado, pero con seguridad encontraran maestros clasistas que baten sus manos con palmas magisteriales.
Definitivamente son los excluidos, hijos de la indiferencia e hipocresía instalada en el poder, de las políticas gubernamentales erradas. Casi todas las ONGs, se constituyen en su nombre, todos los partidos políticos juran defenderlos, no hay gobernante que no haya pensando en ellos, son motivo de análisis y reflexiones nacionales e internacionales.
Estos son los ritmos que no necesariamente se escuchan en Candelaria. Son los traqueteos socioeconómicos que en febrero arman su propia fiesta, a merced de los de arriba y los de abajo.
10 de febrero de 2007
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