9 de octubre de 2007

El Che, icono de la rebeldía

Un día como hoy, hace 40 años, fue ultimado el guerrillero Ernesto Guevara de la Serna, argentino de nacimiento y cubano posteriormente. Fue a Bolivia en 1966 motivado por el sueño de una revolución continental, donde luego de meses de campaña y combate se rindió al Ejército el 8 de octubre de 1967, y fue asesinado un día después en la aldea de La Higuera, un pequeño pueblo de campesinos que en la actualidad alberga a veinte casas sin electricidad y si se destaca entre los numerosos pueblos similares por ser último poblado donde pasó el Che.

El ejército boliviano, bajo órdenes de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, le cortó las manos para evitar su identificación y fue enterrado en Vallegrande y aquel sitio se convirtió en uno de los secretos mejor guardados por los militares de ese país hasta 1997, año en que fue rescatado por expertos cubanos y argentinos que los devolvieron a Cuba, y hoy reposan en el Mausoleo de Santa Clara, pueblo conocido como la meca del turismo revolucionario.

Ahora que América Latina, vive una suerte de “izquierdización”, es necesario recordar al hombre que por generaciones representa el ícono de la juventud progresista mundial, ícono de la rebeldía, ícono de la revolución; que por cierto es un verbo que ronda en el pensamiento colectivo, pero se esfuma al llegar a la individualidad, es que la revolución funciona como concepto político pero es ausente como acción concreta sostenible.

Distante a los homenajes que le hacen los progresistas en Latinoamerica, ayer reunió a más de dos mil personas en Bolivia y 10 mil en Cuba, su nombre en el altiplano peruano, es apenas una estampilla en algunos banderines y polos de universitarios con tendencia socialista, es que las generaciones pos gobierno de Alberto Fujimori, son en su mayoría universitarios sin bandera política, y sus padres (otrora admiradores de la revolución) terminaron por enrolarse en el ejército del liberalismo, tan extendido en nuestros días que lo adverso parece inexorable, al menos a nivel de reflexión, pero ésta debe hacerse lejos del marketing revolucionario de Hugo Chávez y la dictadura de Fidel Castro. Che Guevara, más allá de los homenajes, debe ser un símbolo perpetuo de pensamiento a contracorriente.

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