Los paros, huelgas y movilizaciones son pan de cada día, tanto así que esta forma de protestar o presionar el resultado de un pedido se ha institucionalizado. El Perú soporta en promedio de 30 paros mensuales, en Puno se gestan un promedio de 3 al mes. Más allá de las reivindicaciones sociales y los resultados para un colectivo, los paros ocasionan molestias y grandes pérdidas económicas para el colectivo mayor.
El último paro que soportamos fue la del candidato Hernán Fuentes, el ahora virtual presidente regional amenazó con paralizar todas las actividades para presionar los resultados de las últimas elecciones regionales y municipales. El líder de Avanza País no tuvo mejor idea que enfrentar los fantasmas de un supuesto fraude y se lanzó con el paro del 5 y 6 de diciembre.
Los paros más frecuentes son los organizados por gremios de construcción civil, barriales, de consumidores, de comerciantes y los sindicatos de docentes, desde ya los maestros prevén un paro de 72 horas para el próximo 19, 20 y 21, oponiéndose a una evaluación que seguro estamos mejoraría la calida de docentes. En este país y específicamente en Puno, la suma de descontentos no tiene otra forma de ser expresado más que en un paro.
Los que más molestan son los paros con líderes sin convocatoria, con objetivos imprecisos, que peticionan de todo y a la vez de nada, los paros de interés para un colectivo reducido, el mejor ejemplo son los paros de estudiantes de la Universidad Nacional del Altiplano. Para ellos yo propongo un paro.
Un paro a su incompetencia, a su falta de creatividad, un paro a su cultura contestaría, un paro a la simplicidad de sus propuestas, un paro a las ideas misias que paralizan el transporte y el comercio de esta zona. Porque no puede ser que un número de 10 a 50 personas paralicen toda la universidad cuya población supera las 15 almas; so pretexto de un problema que sólo incumbe a una escuela profesional y máximo una facultad.
Hagámosle un paro a la predisposición alcohólica de estos estudiantes, la decena de cantina y “huecos” son la mejor muestra que no sólo se dedican a estudiar sino les despierta mayor entusiasmo las reuniones amigueras alrededor de una botella o una jarra, los más de 6 universitarios que declinaron su vida estudiantil para ser homenajeados en cementerios son otra muestra que nos indican que hay que pararlos.
Propongo otro paro, para aquellos líderes trasnochados que convocan a paros por supuestas reivindicaciones sociales de incontables mayorías y finalmente sus resultados son nada. Un paro para ellos, un paro a su escasa convocatoria, un paro a la falta de liderazgo, un paro para su exigua preparación, un paro a su limitada creatividad y la capacidad de innovar nuevas formas de protesta. ¿Por qué el descontento de un colectivo siempre tiene que traslucirse en un Paro? ¿Por qué los ciudadanos debemos soportar tantos paros?
A excepción de la marcha de “mechachuas” en los ’80, pidiendo energía para la ciudad lacustre, la de Ilave que terminó con la muerte del entonces alcalde Cirilo Robles y de los universitarios que se coronó con el abaleamiento del 29 de mayo; los paros son manifestaciones de miedos y tensiones irresueltos de un colectivo reducido. Los conflictos son comunes en cualquier organización pero de ninguna manera debe traslucirse en un paro que afecta a un colectivo mayor. Basta. Paremos a los paros.
8 de diciembre de 2006
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