Ayer mientras el secretario general de la ONU, Kofi Annan, declaraba la necesidad de acabar con la impunidad de las violaciones de los derechos humanos con motivo del Día Internacional de los Derechos Humanos, murió el dictador Augusto Pinochet acusado por delitos de genocidio. La muerte coincidió con esta fecha, como si la misma historia le dijera ¡basta!.
El hombre de 91 años llevaba en su espalda la muerte de 3 mil almas chilenas, en tal razón no podemos decir que descansará en paz. «La gente siente que ha muerto la peor escoria que ha dado esta patria», expresiones de Lorena Pizarro, presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, nos dibujan el sufrimiento de Chile y las consecuencias de la dictadura.
En una profunda confusión sucumbieron los familiares de las víctimas. "Carnaval, carnaval, murió el dictador” se oía, y simultáneamente lamentaron la muerte del dictador sin que haya pagado ninguna culpa. No existe ninguna sentencia, los tres gobiernos anteriores a la Michelle Bachelet no tocaron al dictador y sólo lograron condenar a 24 personas. Era evidente el miedo y vigente las influencias militares.
Felizmente la decisión de la presidenta de Chile es no rendir honores a la muerte del tirano. “No habrá honores de Estado, no habrá duelo nacional, no asistirá a sus funerales”, esta es la disposición de la socialista Michel Bachelet.
El militar traicionero y genocida nunca reconoció las violaciones a los derechos humanos ni pidió perdón a los familiares. Al tercer año del gobierno de Salvador Allende juró lealtad al gobierno, pero 18 días después, el 11 de septiembre de 1973 dio un golpe de Estado e inauguró la temible dictadura de 17 años (1973-1990).
Algunos sectores le reconocen a la dictadura de Pinochet el despegue económico de Chile y consiguiente liderazgo latinoamericano. Entre los pocos que lamentaron la muerte de Pinochet, está la ex primera ministra británica Margaret Thatcher quien dijo estar 'profundamente entristecida'.
Si los gobiernos últimos de Chile y la ineficacia de la justicia no han logrado condenar a Pinochet por los delitos de asesinato y múltiples violaciones de los derechos humanos, la historia se ha encargado de darle su sitial, el gobernante más sanguinario y corrupto que haya tenido América Latina.
En tiempos donde la corriente izquierdista empieza a tomar vigencia en Latinoamérica y esencialmente pueblos como Bolivia y el Perú, definitivamente Augusto Pinochet es un ejemplo indiscutible de traición que en buena cuenta la practican diversos gobernantes nuestros.
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