
Es un poco más de las tres de la tarde del domingo, la neblina impide ver el azul del cielo como prediciendo que la tarde será gris. Los criadores lograron inscribir hasta 150 gallos, quienes pelearán con la cresta y la cola bien erguida; previamente los dueños sometieron a un registro exhaustivo de pesaje, algunos vienen de Cusco, otros de Juliaca y la mayoría son de la zona; y todos esperaron el día con gran entusiasmo.
Antes de empezar la pelea, los instintivos animales son provistos de espuelas artificiales y de harta energía positiva, los promotores también se preparan para una pelea verbal que ocasionalmente puede terminar en una emulación de lo que bien saben hacer los gallos, pero hoy no habrá mayores sobresaltos. La cerveza es el ingrediente básico para enervar los ánimos; algunos enaltecerán al ganador y otros saborean la derrota del animal que en ese instante representante al ego humano en su máxima manifestación.
De pronto inicia la pelea. Ambos dueños se ponen de acuerdo sobre el monto de la apuesta, 50 soles es una constante pero puede llegar hasta 100 soles o más, dependiendo de la raza y las hazañas logradas por el animal; los bolsillos de un tipo robusto de rostro rojizo que hace Juez, servirán de mesa; el ganador se llevará la totalidad de la apuesta, en el probable caso de un empate, los participantes retornarán sin pena ni gloría, pero eso sí el Juez no pierde. Estas son las reglas.
Mientras el tufillo de cerveza y los ruidos alentadores enervan el ambiente, un gallo sin nombre que cruza la mitad del ciclo de vida, entra al ruedo, es la tercera vez que peleará en su corta subsistencia, su dueño del cual no recuerdo su nombre asegura que no lo entrenó, posiblemente confiado en su buena suerte; su contendor que parecía ser el más visceral de los participantes, luego de 8 minutos reglamentarios con interrupciones para cambio de espuelas, terminó sin vida; pese a una férrea defensa, el plumífero fue atravesado por más 5 picotazos y otro tanto de incrustaciones de espuelas, privándosele de su existencia. La tenue luz del astro rey nos dejó certificar que el peleador murió con el pico tendido en el suelo y la sangre regada entre el ruedo y los expectantes, una gota cayó en mi mano, por un momento pensé deshacerme por previsión de alguna enfermedad aviar, pero más pudo el espectáculo, que continuó hasta que el sol se retirará por completo.

Antes que el sol nos abandone por completo, abordamos la única combi que hace servicio de Ayapata a Macusani; dos horas antes hemos adquirido nuestro boleto, así que es el momento propicio para despedirse de los anfitriones de la fiesta y preparar cuerpo para 7 horas de viaje hasta Puno. Mientras la frondosa pachamama ataviada de miles de colores apenas se deja ver, un sentimiento agridulce invade mi reflexión, la celebración apoteósica del hombre contrasta con la agonía del animal; pero esta escena sólo es la fiel representación de la humanidad, mientras los de abajo batallan por su sobrevivencia, los de arriba se agasajan jubilosamente a costa de los otros. Así es la vida. Somos gallos de pelea.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario