Mientras miles de maestros desocupados se visten de color esperanza para ocupar una de las plazas prometidas por el Ministerio de Educación, otro tanto de sus correligionarios prefieren la comodidad estacionaria que años tras años les conduce a alargar las vacaciones y postergar el inicio de labores académicas de la educación básica peruana.
En Puno los matriculados en instituciones educativas estatales superan los 344 mil, ellos ayer ni se asomaron a las aulas, es que ellos, en su mayoría estudian en el patio trasero de las aulas peruanas, pero en realidad tanto en Puno como en el Perú el patio trasero es enormemente grande, constituye el 92% del estudiantado, ellos visten el color oscuro de la educación, no es el plomo que ordena el Ministerio de Educación, en su mayoría es la mixtura de colores deslucidos, mezcla de necesidad, miseria y dolor.
Los otros alumnos que apenas alcanzan el 8%, visten color esperanza, viven al ritmo del entusiasmo de sus padres, muchos sueñan con ilusiones que no llegarán y otra tantas vez lograran con dificultades, la prosperidad es el reto; reconocemos que este es el único sector que dio cumplimiento a las Directivas del Ministerio de Educación, allí el Estado interviene poco, allí el Estado no prevé su infraestructura, no compra su mobiliario, sólo imparte directivas, allí los maestros no son del tercio superior pero enseñan mejor, allí el descuido de los padres se permite poco.
Que duda cabe este último sector de la educación se perfila a administrar la pobreza peruana, mientras que los otros –en su mayoría- son el recurso humano peor pagado del sistema, son la pobreza encarnada en personas, son mejores candidatos al subempleo y desempleo.
Sin embargo, indiferente a cual bloque ubiquemos a los nuestros e indiferente a los errores que no prevén las estadísticas, la fuerza de la madre, el amor del padre, hará que hijos en edad escolar sean grandes en su trabajo; sólo la dedicación de ambos los uniformará de prosperidad y valores. Cuan importante es la familia para vestir a nuestros hijos con el mejor color.
4 de marzo de 2008
3 de marzo de 2008
La identidad visual corporativa en la UNA
La manifestación visible de la marca, aquella que hace referencia a los aspectos visuales de la identidad de una organización y alimenta la identidad corporativa, se ven transgredidos constantemente en nuestro medio y una de las entidades que casi normalmente incumplen los conceptos básicos es la Universidad Nacional del Altiplano, sí precisamente, la entidad académica rectora de conocimientos de nuestra región.
Ayer, casi circunstancialmente y motivado por la curiosidad visite la novísima “Pollería” de la Universidad Nacional del Altiplano, al acercarme a caja, un joven vestido con una casaca color guinda me alcanza la boleta de venta, al verlo bien creí que el establecimiento pertenecía a la Universidad Andina Néstor Cáceres Velásquez, porque el hombre encargado de la recaudación de la venta del día, vestía un traje de aquella universidad con logo incluido; segundos después me dirigí hacía el lugar de entrega del famoso “¼ de pollo”, allí lo primero que vi fue una camiseta de la “Pollería El Rancho”, en esos instantes, mi desconcierto fue aun mayor, pensé que era una sucursal del famoso establecimiento, pero nada de eso, el comprobante de pago pertenecía al Frigorífico de la UNA. Como para completar mis dudas, la bolsa que envuelve el pollo pertenecía a otra marca y en el letrero que se impone al ingreso la fotografía pertenece a un niño de la costa peruana.
Después de este hecho, una cosa queda clara, a la Universidad Nacional del Altiplano poco le interesa su imagen. La cultura corporativa, concebida como el conjunto de valores, costumbres, hábitos y creencias compartidas de una empresa, no se práctica en esta casa superior de estudios, a pocos les interesa la identidad; hasta aquí el asunto es responsabilidad de los trabajadores.
Pero mayor es la responsabilidad institucional, el hecho que no existe una vestimenta con logotipo utilizando el color corporativo es asunto de la Universidad Nacional del Altiplano, y aquí es bien simple, la historia se repite en cada una de la facultades y demás instancias: cada escuela y cada oficina se atribuye un distintivo diferente, no existe una política integral de identidad visual, en fin hay problemas serios en lo que se refiere a cultura corporativa; no sería motivo de esta columna sino fuera la Universidad Nacional del Altiplano, considerada como la entidad rectora de conocimientos, más aun cuando es conocida la existencia de la Escuela de Comunicación Social.
Ayer, casi circunstancialmente y motivado por la curiosidad visite la novísima “Pollería” de la Universidad Nacional del Altiplano, al acercarme a caja, un joven vestido con una casaca color guinda me alcanza la boleta de venta, al verlo bien creí que el establecimiento pertenecía a la Universidad Andina Néstor Cáceres Velásquez, porque el hombre encargado de la recaudación de la venta del día, vestía un traje de aquella universidad con logo incluido; segundos después me dirigí hacía el lugar de entrega del famoso “¼ de pollo”, allí lo primero que vi fue una camiseta de la “Pollería El Rancho”, en esos instantes, mi desconcierto fue aun mayor, pensé que era una sucursal del famoso establecimiento, pero nada de eso, el comprobante de pago pertenecía al Frigorífico de la UNA. Como para completar mis dudas, la bolsa que envuelve el pollo pertenecía a otra marca y en el letrero que se impone al ingreso la fotografía pertenece a un niño de la costa peruana.
Después de este hecho, una cosa queda clara, a la Universidad Nacional del Altiplano poco le interesa su imagen. La cultura corporativa, concebida como el conjunto de valores, costumbres, hábitos y creencias compartidas de una empresa, no se práctica en esta casa superior de estudios, a pocos les interesa la identidad; hasta aquí el asunto es responsabilidad de los trabajadores.
Pero mayor es la responsabilidad institucional, el hecho que no existe una vestimenta con logotipo utilizando el color corporativo es asunto de la Universidad Nacional del Altiplano, y aquí es bien simple, la historia se repite en cada una de la facultades y demás instancias: cada escuela y cada oficina se atribuye un distintivo diferente, no existe una política integral de identidad visual, en fin hay problemas serios en lo que se refiere a cultura corporativa; no sería motivo de esta columna sino fuera la Universidad Nacional del Altiplano, considerada como la entidad rectora de conocimientos, más aun cuando es conocida la existencia de la Escuela de Comunicación Social.
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